lunes, 17 de septiembre de 2012

Roberto Absenti firma 300 libros en la FIL de Minería 2012

Así es, mis atentos lectores y amigos. Firmé 300 libritos en Minería. Ni falta me hizo estar en el programa ni tener editorial que me presentara. Lo único que tuve que hacer (les paso el tip) fue meterme de colado a la manera de Manuel Pérez-Petit, con su editorial Sediento, en el pabellón del Estado de México. Él mismo me dio la idea, cuando anunció por el Face: “habrá firma de libros de autores de Sediento, ¡coño!”, “!vayan y paguen su libro firmado, cojonudos!”. Su “estrategia” por decirlo de alguna manera me pareció bastante chingona y vale… que me lanzo al Palacio de Minería, con un gafetito de calcomanía falso (que me proporcionó un amigo del mismo Petit), ¡y bolas!, ahí me tienen avanzando en la alfombra roja del magno palacio, justo cuando se escuchaba la primavera de Vivaldi, con todo y pajaritos para ambientar: ¿fue esto casualidad o destino?, nunca lo sabremos, pero agradezco el detalle.
 
Algunos al verme entrar, me reconocieron, pero se hicieron los disimulados. Otros, fingieron que no me conocían. Y los demás enseguida se arremolinaron alrededor mío para felicitarme y darme las gracias por hacer el “trabajo sucio” de la literatura, pero necesario. Unas gorditas se me acercaron (con sus antifaces puestos), me dejaron sus números de celular y me pidieron les firmara las bubis, algunas de las chamaconas se fueron un poco apenadas cuando se dieron cuenta que yo no era Eusebio Ruvalcaba, obvio, me delató mi juventud y gallardía, además, yo nunca andaría junto con un achichincle agarrando a patadas en estado de ebriedad el stand de alguna editorial.
 
Al último se me pegó una gordita bastante estrafalaria que afirmó ser la presidenta de mi club de fans (de lo que se viene uno a enterar a Minería). Imagínense, mis finos amigos, traía una playera color amarillo huevo estridentista, decorada con unas letrotas que anunciaban “BIMBO”, le dije que qué pex con la playerita… pero no me dejó terminar la frase: y en seguida aclaró: “!me la dieron por ser buena clienta!”. De ahí me cayó a todo mecate, ¡a güevo! y le permití me acompañara el resto de mi recorrido. Después se puso querendona, las gorditas son así.
 
Por supuesto que fui a checar las pocas editoriales independientes y alternativas que había en la feria. Compré las novedades de Resistencia, las de Sexto piso, y algunas de Floricanto. Vi los nuevos títulos de Verso Destierro, y las latas de chícharos, habas y frijoles de Mi cielo Ediciones, dirigida por la gran Mónica González, slamera de corazón, que también vendía bolsas de estraza con unas hojas adentro, y que según me explicó eran “libros-objetos”, aunque aquí entre nos, les digo que nada que ver con la edición catálogo de Los otros libros realizada por el maestro Raúl Renán, ni con la idea que tenía yo de estos. Por supuesto, no le compré absolutamente nada.
 
Luego fui a saludar a mis cuates de Literalia, editorial de Guadalajara, y a echar un ojo a las ediciones de Cal y Arena, que no son independientes, pero me caen re-bien. Debo confesar aquí que sólo para seguir ejerciendo mi sana y amable crítica (aunque mis editores me dijeron que no hablara ya de pendejadas, ¡pero a mí nadie me censura!), busqué a Morvoz e Hiperversos, y hasta en el bote de basura del baño por si las dudas, pero no los encontré. Luego, me dijo la gordis, mientras me clavaba sus uñitas en la espalda, “¿cómo crees que esos güeyes van a estar aquí…? no seas… pato: ¡editoriales, mi papi’… EDITORIALES!”. En seguida le dije: “Pobrecitos, es una lástima que no estén aquí… pero para mí!, ya no se me hizo comer otra tajada de ese cake”.
 
Para no hacércelas larga, sólo asistí a un par de presentaciones, (que no me podía perder por nada), aparte de que la gordis, me quitaba el tiempo, clavadísima haciéndome la plática, un poco posesiva, ya saben. Fui a una de Alí Calderón, y otra de Omar Lara, ambos libros presentados por la mafia de moda, Círculo de Poesía (¡saludos al traidor de Toñito!). La de Alí fue una aburridísima presentación, aún así le compré el libro, la famosa antología de poesía hija de la incertidumbre. Sólo vendió tres libros con el que yo le compré, por solidaridad, y esto a pesar de tener la sala atascada de posibles lectores. Esta antología se recordará por su gran ambición y por su gran fracaso editorial, eso es seguro. También me di una escapadita para asistir, a la presentación de La casa del poeta no tiene llave, de Omar Lara, donde una de las cosas agradables fue saludar a mi amigazo Waldo Leyva. En fin, sólo me resta comentar, que la gordura en una mujer es apetitosa, y está por demás decir, erótica. Pero en Álvaro Solís, es repugnante, le urge una buena dieta, pues dejó los botones de su camisa regados uno por uno, por todo el pasillo cuando salió.
 
Así es, mis lectores de estómago duro, también es importante compartirles que asistí al homenaje de mi querida amiga, Thelma Nava. No podía faltar, era obligado por el gran aprecio que siento por ella. Y no se diga por su gran hija Raquel, que me dio la oportunidad para echarme un taco de ojo con su suculenta figura, pues desde hace mucho tiempo le traigo ganas, para invitarla a comer, o tomarnos un cafecito.
 
Y justo en este receso, mis expectantes lectores (provechito), ya han de estar impacientes por la noticia principal de esta columna, y se preguntarán, cómo le hizo el pinche Absenti para firmar 300 libros en tan cotizada feria. Pues bien, lo primero que hice fue acercarme a las filas para entrar a las múltiples presentaciones de Rocío Cerón y David Huerta. Me acercaba a la gente con naturalidad, y decía esta frase mágica: ¿firmo tu libro?, todos sin pensarlo me lo daban, es más, hasta me traje varias plumas, que se les olvidó pedirme (luego te paso tu Montblanc, Óscar de la Borbolla, no vayas a pensar que soy un bribón). En los pasillos me detenía por un momento con aire contemplativo, y aunque no lo crean, al percibir varios mi importancia, se acercaban instintivamente a que les firmara su ejemplar recién adquirido, ¿pero no importa que yo no sea el autor?, les preguntaba, a lo que ellos respondían: no hay ningún problema maestro, y así fue como firmé libros de José Emilio Pacheco, de Eduardo Lagagne, Fabio Morábito, de Virgilio, y hasta uno de Norma Bazúa me tocó firmar. Luego perdí la timidez, la proporción dirán otros, y me tiré a lo grande. Discretamente me acercaba a los stands de las grandes editoriales, y mientras hojeaba algunos libros, disimuladamente sacaba mi pluma, y me ponía a firmarlos con sesudas dedicatorias, firmé una buena cantidad de novelas de Stephen King, y en particular me engolosiné con los de Harry Potter. Con un poco de suerte encontrarán todavía alguno firmado por mí. Después tuve que hacerlo con mayor velocidad, porque cuando fui a Porrúa, y estaba dedicando unos libros para niños, me agarró en la maniobra uno de los empleados y me obligó a firmar unos bouchers. Después de esto me tuve que poner el antifaz, pues ya unos de seguridad me estaban siguiendo, afortunadamente los perdí de vista en el baño, cuando entré también a firmarlo. Para rematar y poder completar mi récord, seguí el olor a mierda que desprendía una parte de la feria (los que fueron saben que esto es real), repito, no era el baño, porque del baño ya venía yo, pero una sección estaba completamente impregnada de este olor, y curiosamente siguiéndolo encontré el stand de Tierra Adentro. Y aquí, mientras los vendedores estaban papando moscas, me sumergí en una orgía de autógrafos, y hasta mi teléfono dejé en algunos ejemplares de poesía, para que algunas nenas románticas me contactaran. Firmé hasta que la mano se me cansó. Así que ya saben mis urgidos y ávidos de reconocimiento, si necesitan firmar un libro, no necesitan estar esperando en un cafecito a una calle de la feria a que los llamen, es más no necesitan siquiera haber escrito un libro. Háganle como yo, que no le tengo miedo al balcón, y que sé que lo que importa en estos tiempos no es la obra, sino tener un nombre, y ese, ese lo pueden poner en cualquier parte. Así como lo hacían antes en las bancas de la escuela, en las puertas del escusado, en las pencas, o en el brazo de su mejor amigo, ahora que ya no tienen nada eso, pueden hacerlo en los libros, ustedes que escriben muy bonito, porque para ustedes todos los libros están abiertos.
 
Aquí en el balcón, ya saben, les prestó los libros que quieran. Si es que no les molesta que tengan mi firma.

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