sábado, 19 de noviembre de 2011

Ante la incertidumbre mejor baila el boogie-woogie

Ufffa!, ayer me marcó el director de RING para darme una noticia que atrasó mi columna esta semana. Me anunció que Estephani Granda Lamadrid no será más la editora de RING, lo cual me trajo en automático ese día, que parece lejano, pero que apenas fue ayer, cuando Granda me invitó con la copa derramándose de alegría a inaugurar, junto con ella, este raro proyecto. No me preguntes cómo pasa el tiempo, pero ahora estoy seguro ella será vencedora de otras batallas, porque hay batallas, y si salió de este Ring es para subirse a uno más grande, eso será seguro, porque no podría ser de otro modo para alguien de su altura. Y pese a los roces que tuve con ella, yo sé que la vida es un Ring, donde siempre se está luchando constantemente por no caer en la lona. Y para que no haya intrigas me manifiesto triste y sorprendido por su cese en la Edición de este Semanario. A donde quiera que vayas Estephani, que te vaya de poca madre.

Ahora sí, comienzo mi perorata: Sigo sin aprender a entender el porqué de ciertas cosas. Uno mira a la gente hacer cosas inconcebibles, uno las mira cómo destruyen su vida; así es maistro, y no exagero, la destruyen detrás de un escritorio, y se llenan de achaques, no sólo las piernas dormidas, o los problemas de columna, o la neurosis avanzada que deja el departamento de quejas, por ejemplo (imagina estar todo el día escuchando las chingaderas que hace no sólo tu jefe, sino tus compañeros de trabajo, etc. y tú tenerlas que solventar, es el colmo); que también les destruyen la vida, pues lo que más desean es saber cuál será su lugar en la cadena alimenticia, pues no se imaginan en ese puesto de bajo nivel, o mediano, toda la vida… no, no podrían cargar con eso, ¿o no es así, amigos del mundo?


También los poetas sueñan, mano. Eso es un hecho, y sienten en el estómago el vacío del hambre que está cabrona, y no cualquiera vive sin comer. A eso, algunos bardos le han llamado “incertidumbre”. Y crean un sustituto de crema para el café, es digamos una especie de placebo para que eviten “pensar” en alguna solución para la duda, y en cambio recurren a buscar una voz del exterior que les resuelva el acertijo y los sacie. Cargan ese hoyo negro de “incerteza” de un lado para otro, mostrándolo como si fuese un sol. Y su pregunta mayor, esa que se hacen cuando están asolas ante el espejo (normalmente cantando una canción de Alejandra Guzmán, o Tom Waits si son muy malos) es: “nene, nene, qué vas a hacer cuando seas grande”.


¿Presidente de la canción, estrella de hip hop, o sólo un pinche chucho? La apuesta es alta, ambicioso y alerta especulante, pues casi ningún poeta se dedica únicamente a la poesía, según el último censo del INEGI (y de Adán Echeverría), el 99% de los poetas o trabajan en una dependencia gubernamental, o son empleados de particulares. Sólo el 1% son trabajadores independientes, o visto de otro modo, desempleados. Estamos hablando de la estadística únicamente de los poetas “económicamente activos”, pues los otros aunque quisieran no figurarán nunca en ninguna parte, ¿a poco no?, aquí sólo el que produce fillelle existe, los demás son vagos, que por demás está decir sólo les interesa que los escuchen sus vivales, acompañantes de Tonaya.


Pero eso no nos interesa, atento desafiante, aquí lo que nos truje es el asunto de que los poetas también se frustran, y cargan la incertidumbre como un regalo que quieren lanzarle en la cara a la gente. Se toman fotografías, incluso videos, para que quede registro (a güevo!) de que existen, de que trabajan. Documentan su existencia para enfrentar la duda de su presencia en este mundo. Temen perder un curul en la rotonda de la historia, y aunque no tengan mucho que decir, tienen muchas balas que dar. Y sea como sea se pelean un cachito de certeza para poder dormir tranquilos en la noche. El vasito de leche que antes bebían ya no es suficiente, tampoco la botella de alcohol, ni siquiera un toque de mota los calma.


Pero una vez que el poeta sufre, y sufre de lleno la “incertidumbre”, empieza a caer en una frenética avalancha de “sustitutos” para no evidenciar que está vacío, que él no tiene nada que dar, que él carga la incertidumbre envuelta en un poema de celofán. Y llena su casa de arte/factos (dicho de modo arcaico, pues el calambur según la última encuesta de SDP es el tropo más obsoleto), de monadas listas para presumir. Trampas para ratón que son sus libros. Una fuentecita eléctrica, que un gurú le vendió como si fuese “un manantial latente” pero que se descompuso pronto y sólo quedó la lucecita prendida igual que una vela (seguramente a San Juan de la Cruz, tan idolatrado por muchos de estos inciertos juglares).


En pocas palabras, mi enfático cuestionante, el poeta es un ser igual de vulgar que usted, y que yo incluso. Y por mucho que quiera vivir en el harem de los “elegidos”, es un cobarde si no logra enfrentar lo único cierto: sólo podrá tener un valor en el futuro con su poesía, si no se llena de cosas inservibles y viejas. Por eso me sorprende ver a tanto tallerista joven, y no es que yo crea que por ser jóvenes no pueden enseñar nada, no. Pero los veo hablar sobre todo lo que cualquier interesado, si quiere, puede buscar en una enciclopedia. ¿Dónde queda la enseñanza? No en sus palabras, sí en sus acciones como un antídoto para los que acuden al taller, pues abundan los alumnos que terminan odiando a su maestro por lo amplio de su ineptitud, y otros tantos, imitándolo en su aprensión de la “tradición” poética.


Saben mucho, eso no cabe duda, y entre más saben menos certidumbre cargan. Saben tanto que morirán de incertidumbre. Eruditos inservibles compran el “kitt narco violencia”, o el “kit poesía en la calle” para acceder a un centro de “glamur social” donde sus poemas se vuelven sólo uno de los escalones para no quedarse fuera de la Cenaduría de los poetas.

Después de todo, ya lo dijo Descartes, ¿no es así mi eufemístico alerta?, “eso de abismarse en la incertidumbre y desesperar de la verdad, es un triste y miserable refugio contra el error”. Así que ya lo sabe, sólo puede encontrar aquí la certeza de una duda. No lo dude tanto, y súbase al balcón, porque más vale pregunta en mano, que infinitas respuestas volando. No fue mi mejor columna, pero qué se le va a hacer… dudé.


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