sábado, 19 de noviembre de 2011

Reportaje clínico sobre el Torneo de Poesía 2011 No voy a perder!

Ahora sí señores, llegó la hora del esperado y controversial Torneo de Poesía; y yo aquí, listísimo para hacer mi reportaje sin pelos en la lengua: que más vale errar que callar.

De entrada, yo ya adquirí mi combo en primera fila para el Torneo de este año, y para serles franco, ahorré mis morrallas para invertirlas en mi mejor gallo. Me gusta que todos sepan que el Absenti es de esas personas, festivo patriotero, que se acercan a comer donde hay gente, y buscan el mejor platillo para luego hincarle el diente, y por qué no, prepararlo después en la casa, igualito, y si acaso con un poquito más de sal.

De los campeones de los años pasados ninguno me hizo ganar un peso, y esa es la pura verdad. Lo del combo me salió gratis, y eso siempre se agradece como un vino después de dormirse en una lectura de Bellas Artes. Porque la neta yo no hago las cosas (como las “buenas personas” de Versodestierro) por puro amor al arte. Ni madres. A mí me gusta ganar!!, y aunque ya les he insistido en que cobren la entrada, como lo hacen en todos los demás deportes, me mandaron por un tubo de vuelta a mi sentido común.

Pero dígame usted que conoce mejor la realidad, ¿a poco no? Cuánto paga por entrar al América-Chivas. Usted amigo universitario, ¿cuánto paga por ver a los Pumas perder el campeonato? Es más… una entrada para ver al Canelo, o a Julio César Chávez Jr. Y si tiene American Express, cuánto le sale irse a Las Vegas a ver cómo Tyson le arranca una oreja al contrincante en turno. Pues eso es lo que yo estoy esperando de este Torneo los próximos años. ¡Que haya varo!, y que la gente pague por escuchar poesía, por conocer poetas, por escuchar gritones que sepan de letras y con ellas, como diría Max Rojas, dar el putazo. ¡O me va a salir usted, con la mojigatería de que es malo cobrar!

Pero yo no nací malo, me hicieron. El mundo me corrompió. Qué hay de aquellos viejos tiempos, mi rapsoda ebrio, ¿recuerda? Cuando el deportista antes que ser “el mejor”, sabía que perder es natural, y que ganar es una forma de aprender a perder con alguien más. Ay, esos viejos tiempos, aquéllas épocas mexicas, griegas, mi apreciable, cuando ni siquiera el nombre del que vencía importaba, y toda contienda era de vida o muerte. Así es, y el triunfo no era sólo una rayita más al tigre, o una medallita para colgar en el pizarrón de los vencidos-conquistados.

El espíritu deportivo implicaba un círculo donde los “peleadores” tenían que romper sus propios límites para ser “ofrendados” al mundo social de su tiempo, y su triunfo era el triunfo de todos; el alcance de toda una época. Ay cabrón, ya ni me acordaba… Dicen que enseña más perder que ganar. ¿Neta? Pero seguro, si le dan a escoger, tomará inteligentemente: ganar, a güevo!, ¿no? Ganar no es lo más importante, es lo único: usted lo sabe, conoce esa filosofía del “deporte” contemporáneo; que la hemos aprendido no sólo en los estadios o arenas en un domingo cualquiera, sino que también en las películas hollywoodenses (esa del Rocky está bien chingona, con esa rolita, El ojo del tigre de fondo, o el Van Dame madreando nipones y chinos en su propia casa). Aunque aquí, en estas tierras del nopal, chingan al que tiene tunas, pues los mexicanos están acostumbrados a joderse dentro de la misma familia; nada que mi carnal va a salir mejor que yo! Que el pinche primo se hizo de un varo! Seguro es chichifo y hay que echarlo de cabeza! Usted me entiende, aquí a nadie le gusta que le hagan la competencia. Por eso no hay buenos competidores, ni sanos deportistas, incluyendo la poesía.

Si usted se va a inscribir, si piensa participar, mi queridísimo poeta, yo le puedo recomendar que para ganar siga esa fórmula: no pain, dígase usted mientras el mundo se desmorona a su alrededor, no pain, no voy a perder! Lo único que importa es ganar, todo lo que hay es para usted, el mundo es suyo, tómelo! (Así es como no es necesario para muchos subir al ring) y cuelgan en su pared igual que cabezas de siervos, de toros, u osos, los diplomas de sus premios; escritores caza recompensas y multipremiados que colocan su trofeo como un barrote más que los aísla del público. Pero también sucede con los que suben al Ring, me ha tocado verlos, y cuando lloran en la lona lo hacen solos: ¿por qué sucede esto? Porque lo toman como personal, y no se entregan en realidad al público, como en una ocasión le pasó a Rojo Córdova; que no tuvo el apoyo del público, pues prefirió emberrincharse en sí mismo, y no dio oportunidad de que el público se conmoviera por él, como lo hacían los gladiadores de la antigüedad. Gran diferencia de Raymundo Manzanárez, que tomó su momentánea derrota con humildad, y al descender del Ring, fue la misma gente quien coreo su nombre, y pidió más de su poesía. Gracias a esto, obtuvo la mención honorífica de ese año.

Me gusta el Torneo, aunque yo, prefiero cazar un tigre, burlar un toro, domar un caballo, a subirme a un Ring: porque subirme al Ring me pone frente a frente a un igual, que puede, no sólo rasguñarme, estocarme, patearme; matarme, pues!, sino que puede a diferencia de los otros tres, vencerme. Ay, güey! Ya me puse filosófico.

Competir, dicen por ahí, es reconocer al otro. Y yo añadiría, que reconocer al otro es escucharlo, y eso no es precisamente grato, mi paciente oxímoron. Pero si “lo importante no es ganar sino competir”, yo les digo a los organizadores: ¿quién va a querer ser reconocido como un perdedor? Y luego me acuerdo de los poetas que escuché sobre el Ring los años pasados, (aquí entre nos, unos muy buenos pa’ la versada, pero bastante malos para leer, hasta pareciera que esos poemas que leían no fueran suyos, pues los leían con una güeva!! y una pinche extrañeza, como pensando: a poco yo escribí esta mamada? ...en serio, como Leticia Luna, la campeona del 2008, que en apariencia se equivocó de concurso y leía sus poemas como respuesta para “salvar al mundo” en algún certamen de belleza: por supuesto, un servidor, no votó por ella —ni aunque hubiera salido en tanga—. Buenos lectores de su poesía… Esaú Corona (y no porque sea mi cuatacho), también Mónica Suárez, y hasta el buen Mario Dux, que aunque grite y te deje sordo, hace mejor escenificación de su poesía). Este año si me gusta alguno, la neta sí le voy a apostar! Aunque el año pasado, de los que me gustaron, casi ninguno logró llegar a la final. Ignoro qué tanto hayan ganado o perdido en su vida, pero de algo estoy seguro, mi meloso lector, y es que, ganaron un lector en mí; bueno, más bien, ganaron un crítico, un voyerista de su obra. Y ahora los andaré espiando por la ventana de las páginas para ver qué cosa encuentro sobre ellos.

Estoy seguro que este año voy a tener mucho material para disfrutar y criticar de los poetas que se enfrenten en el Torneo. La verdad, ya me hice aficionado, y entro en calor fácilmente, posible es que me vean por ahí sentado comiéndome unas palomitas y con cuaderno en mano, compitiendo por la mejor crítica y la mejor crónica, en sana competencia por supuesto, con Arturo Alvar, Omar Soto y Graciela Roque, mis amigos de letras en este Semanario, que estarán cubriendo las fases de este Torneo.
Qué sorpresas llegarán. No lo sabemos, tampoco somos adivinos, ni tenemos el almanaque del futuro, pero lo que sí me queda claro, arrebatado escriba, es que los que suban al Ring, no sólo pueden ser excelentes poetas, lectores, o histriones; sino que lo mejor que pueden lograr sobre la lona, es llegar a ser buenos deportistas; humanos que rompen sus propios alcances y los comparten con el adversario, con el público, para entregar su muy “particular manera de ser ellos mismos”; su estilacho para vivir, su poesía, pues!!!

No se ponga cursi, y si quiere un lugarcito para ver la Clasificatoria, pues vengase para acá, tráigase una botellita de tequila, unos bocadillos, y aquí le guardo un cachito, para ver quiénes aguantan vara, y quiénes no. Porque hay cada ardido y mal perdedor… ya hasta mi correo de gmail me hackearon! Así que con esta me despido. Ya no me escriba sus insultos y porras al correo antiguo, y espere mi nueva dirección, que por esta vez, se la daré a desear. Porque sé perder, pero también sé ganar. Aquí lo espero, mi competitivo lector.

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