sábado, 19 de noviembre de 2011

Porque muchos podemos querer, pero pocos la vamos a armar

Seguro ustedes han visto y saben a ciencia cierta, apreciables escépticos, que el amor, es el inspirador número uno para hacer las cosas más increíbles y magnificas, que se dice, es el causante de los más nobles sentimientos, y que cuando amamos, nuestro amor no sólo se expande hacia nuestra amada gordita, sino a toda la humanidad, afirman es lo que necesita el mundo para permanecer unido y poder decir “no a la violencia” y “no a las guerras del narcotráfico”.

Pero también es sabido que es una de las drogas más adictivas. Y que dependiendo la persona, le ayuda a ver cosas que no había visto, o simplemente lo pone loco como una tacha, desesperado como una línea, ido como una nube de mota. Seguro les ha tocado ver al amigo de un amigo completamente borracho de amor en una de esas relaciones que les apodan destructivas, donde él y su media naranja, se aman dándose en la madre con todo lo que tienen a la mano. Y doy por cierto que les ha tocado presenciar esos casos donde el enamorado se transforma en una especie de homúnculo, y no sólo se vuelca enfermizo, y demuestra sus más dañadas intensiones, sino que efectivamente “el amor” hace de él, una peor persona (de lo que ya era de por sí).

¡Y agárrense!, aquel que era antes un hombre solo, introvertido y cabizbajo, gracias al alka seltzer del amor, se vuelve un hijo de lachi’n… posesivo, golpeador, ególatra, deseoso como Hitler de fundar su propio imperio, y aplaudido por su musa, (fuente de su benigna inspiración) se entrega a la tarea no solo de controlar su nidito de amor, sino que empieza a realizar “pequeños ajustes” a familiares y amigos, para posteriormente pasar a todo mundo al patibulario por estar en contra de su “relación”, y andar de conspiradores… ya saben segurísimo les ha tocado... verlo, ¿no? ¡A güevo!

Los poetas no son la excepción, dicen, aman la poesía, ¿no es así, mis queridísimos apasionados?, dicen ser sobre todas las cosas: Poetas, enamorados de la poesía, ¿no? Y viven un aferrado idilio con ésta, que algunos califican de vieja despeinada y otros de elegante primorosa, ¡la poesía! Perfumada o apestosa, gritan ellos a los cuatro vientos, que la aman. ¿Pero cómo lo hacen? ¿Cómo ejercen el amor estos necios? ¿Golpeándola en la noche para que los obedezca? ¿Haciéndola chillar por puta, mis aguerridos vates? ¿O dejándola dormir con una jaqueca terrible otra vez como reina de la cama?

Así es, mis alegres románticos, hoy sí me voy a ver bien Adal Ramones, pero la neta, ya hacía falta que alguien hable en serio de esto, ¡aunque sea yo! Pues es un verdadero asco la forma que tienen de amar algunos poetas, a la poesía; ¡guacala! Y me refiero (no a sus amoríos personales, que a mí me tienen sin cuidado), pero sí me refiero a lo asqueroso que es leer cada cosa… ¿o no?, mis catadores del verso: cuánta basura le tributan a la susodicha pretextando amor, le avientan cubetas de excremento; le hacen body paint, y luego estropean “la obra”, fotografiándose con ella. ¡Cabrones con cuerpo de boiler quitándose la camisa! ¡Enanos barbones de manos temblorosas por las chaquetas que se hacen en su honor! Cuántas pendejadas hacen en su nombre, según la quieren mucho y de repente, a la mera de la hora: “que ya no la quiero sino me paga”, “que me tiene de esclavo y yo no gano nada”, “que me mantenga su familia”, “maldita explotadora”, “yo nomás no quiero a nadie de a gratis”, y cosas así por el estilo: que en realidad el amor no era para tanto.

Si a ustedes, de puritita casualidad les ha tocado conocer al primo de un enemigo que pasó por esta situación, y que se puso “enfermo de amor”, entenderán lo siguiente; y si no, de todos modos se los enumeraré para que lo reconozcan. Y ahí les van estos puntos básicos… para que ustedes y ellos se den cuenta que su romance con “la poesía” ya les pudrió el cerebro. Estos son mis cinco puntos para detectar a los que padecen de amores perros, de esos que matan, no sólo al infecto, sino a todos a su alrededor. De esos amores de corazón podrido que cuando salpican, hacen que a uno le dé un tic en el ojo, igual que si nos cayera una gota de limón.

Número 1. El amor interesado. De esos que te amo porque me compras esto o aquello. Me cae. Ahí andaba esa “poeta”, enamorada de una partida presupuestal (y bueno, no hay senador que le haga feo a un caldo, aunque sea de gallina vieja), y no miento mis escrutadores de ocasión, estaba “enamoradísima” de la poesía; un fajo de billetes para que amarre bien el poema, porque o si no, ¿con qué vamos a pagar la letra del coche?, se dice a ella misma, segurito se repite todas las noches: “me lo he ganado a pulso: un viaje a Chile, una visita a New York para visitar los cuates…” ¡Pero cuando se acaba el varo, se acaba el amor! Cuidado, si la ve en la calle barriendo en pelotas, dele dos pesos, y seguro le escribe “un poema”.

Número 2. El enamorado del amor. Él no ama a nadie más que al acto mismo de estar “enamorado”. Qué importa qué sea o quién sea lo que ama. ¡Íngue sú!, si es poesía de ultra derecha, él la quiere un chingo; qué importa si es contra el aborto, contra la mujer, él la idolatra! Pero sobre todo idolatra su amor por sus propios “poemas”. Los mira románticamente; no tiene ojos para nadie más cuando mira “sus poemas”, y cuando los lee, no sólo siente, sino que sabe, lo glamuroso que es él escriba. Todo lo demás sale sobrando. Sus programas favoritos de poesía son todos: desde Mariano Osorio o Paco Stanley hasta los más acá de las letras mexicanas. Y nunca pierde oportunidad de acercarse a cualquiera y felicitarlo por su excelente lectura o poema ahí en la Adamo Boari. Este modelo de “poeta” siempre termina en la Fundación para las Letras Mexicanas. (¡Y vaya que le hace falta la beca!)

Número 3. El fan religioso. Se azota en el suelo, se convulsiona, invoca al padre soul que lo posee, porque se deja penetrar por ese espíritu que lo azota contra el micrófono, que lo revuelca en el aire y lo hace bajar a cuatro patas las escaleras de su casa. Luego lanza oraciones, que ruegan, imploran en copropalabras: tener más poder, más poder!! Evidentemente él sabe que es el nuevo mesías, el chamán, el profeta, pues! que ha llegado a guiar a su séquito de iluminados, que todo lo que él dice, aceptan sin chistar. Dice: “güevos”, y todos gritan “güevos”, dice “tache a la poesía” y todos gritan “tache”. Lo último que se ha sabido de esta clase de “enamorado” de la poesía, es que cuando ve que ya no le alcanza pa’ más, y ya no puede cumplirle, porque no le salen bien las “chambas”, no se conforma con su derrota él sólo en el escenario, sino que quiere cargarse a toda su comunidad consigo (como esos suicidios colectivos). ¿No les recuerda esto a Brughel, con su cuadro de los ciegos? Si lo ve y le habla, no le tome la palabra, y aléjese discretamente, porque si lo hace de manera abrupta, se le puede generar una fijación con usted, y tratará de convertirlo a como dé lugar, ¡ya sabe como son los creyentes! Piden respeto, pero qué bien chingan tratando de convencernos de que son la única verdad.

Número 4. El amante que odia. Cláaaasico! El güey que ama a su vieja la poesía, y la trae como calzón de puta de un lado a otro, ofreciéndola para que le digan que está re-comestible. La presume, pero lo extraño es que no la arregla, no le compra un perfumito, no la baña, no la viste, la trae toda desarrapada en la calle, cochina, con algo como ropa, o más bien con unos trapos; y cuando la poesía se le subleva, se le pone al tiro, el cabrón “enamorado”, el “poeta”, la obliga a que no cambié, incluso la golpea. Y eso es lo de menos, lo culei es cuando le quema la espalda con cigarros, para que chille la perra. La pura verdad es que la odia! La odia con todo su corazón, sin embargo no puede abandonarla, porque es su amuleto de la suerte, porque sin ella él no vale nada. Si lo ven, seguramente los saludará como un buen camarada y les dirá “soy poeta, ¿y qué?”. Sólo hagan como que no ven, como que no escuchan, cuando le esté dando en la madre a la poesía con sus versos gachos. En esos noviazgos, ¡ni meterse!, uno no puede hacer nada.

Número 5. El enamorado vengativo. Ese como abunda, caray... ¿No es así, mis don Juanes? Como el güey que ya no sabe quién se la hizo, pero sí quién se la paga. Y como el destino lo trajo a este mundo sin talento, ni nada con qué defenderse, nunca pierde oportunidad para lanzar una patada en el slam. Como nada le ha salido bien desde que publicó su primer “poema” en un espacio que le dieron por lástima, cuando puede se desquita y escupe al primero que tenga enfrente. Y regularmente trae chismes cargados de resentimiento, que le dan vueltas en la cabeza, igual que una corona de moscas. Es tan vengativo que se venga hasta de los que le hablan bien! Porque es tan suspicaz, que alcanza a ver que nadie es sincero, y que todos están en su contra (diciendo a sus espaldas que es un mediocre). Si ustedes lo llegan a conocer, o lo identifican en la calle; les recomiendo que lo ataquen abiertamente, que le digan la verdad; que es un maleta!! Díganselo. Ustedes (y hasta él) se sentirán mucho mejor, ¡a güevo! Después de todo su forma de amar es tan intempestiva, que digan lo que ustedes le digan, él seguro se vengará, se vengará!! Mejor aprovechen, y denle el primer golpe.

Espero que ustedes no se encuentren en esta clase de aprietos. Pero si es así, cuídense de no enamorarse de la poesía ajena, porque entonces sí, esto va a terminar muy mal, porque entre celos y envidia, en una de esas aparecen tirados destintándose en un barranco del que nadie podrá sacarlos. Yo por eso les digo, a manera de consejo: si lo que quieren es poesía de la buena, ¡pues que les cueste! Y no se queden conformes con lo que los músicos “de hoy y siempre” les enseñaron acerca de las rimas. Bien lo dice Chepe Chepe: “muchos podemos querer, pero pocos sabemos amar…” o dicho de otra manera: poquitos escribimos buena poesía.

Todavía no saco mi nuevo correo, pero si les gustó la columna, aplaudan. Si no, ¡ay luego me la mientan!
en lunes, agosto 15, 2011

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