Bien puede pensar, apacible lector, que este artículo parece una guía para ascender rapidito en la escala social del gremio literario. Mas quiero dejar claro que no es así, sólo intento, a manera de garabato sobre una servilleta o trozo de papel revolución, hacer notar algunas mañas que he notado en los profesionales de este oficio, y que las practican los abusados y astutos “que llegaron para quedarse”, aunque sea como directores de institutos, escuelas, casas de cultura o poesía, como académicos, doctores que no poetas, o ya de perdis como talleristas en las escuelas de escritores que les den chance de dar un pasito más en esa torre que dicen es de marfil, aunque yo creo que es de pura crema.
Todo comienza, al menos aquí en nuestro hermoso México, (por el cual unos ya han matado a más de 40 mil por algunos de sus ríos, o de sus montañas, y hasta por un pradito en medio de un rancho), allá por los años cuarenta, cuando el ideólogo Octavio Paz creó un plan, que denominó “Tradición de la ruptura”, que no era más que una forma elegante de decir, “aquí ahora mis chicarrones truenan” (traducción: llegó la hora de mi reino). Esta estrategia tenía una serie de tácticas bastante interesantes, entre ellas, atacar discretamente a sus generaciones anteriores, pero siempre sujetándolas como base de sus propias teorías, para que no pensaran que los de su grupo no eran legítimos, y así, de ese modo él y sus seguidores se erigieran como auténticos hijos de la institucionalización literaria. A esta altura del partido, hasta yo que soy un lerdo (algunos adjuntarán adjetivos prodigiosos a mi auto-insulto) puedo ver claro que eran unos “colgados”, pero en aquel momento nadie se dio cuenta, y las generaciones posteriores, o alternas, tendieron a repetir sistemáticamente lo aprendido. Así cuando alguien quiere “colgarse” de algo o alguien, lo primero que hace es preparar el ataque, ya sea con chismes, con reseñas ambiguas, con hackeos, o con la clásica frase para cerrar filas, de “no te juntes con esos güeyes que son re-culeros”, o “esos cábulas me mal-viajan”, etc. Esto sucede a cada rato, por eso todos nos odiamos en esta mini-minoría que es la literatura, queridos lectores.
Digamos que esta forma de pensamiento hace que los poetas o seudo poetas, se conviertan como en una especie de “diablitos”, que bajita la tenaza echan pullas al “sistema”, o “a todo ulero que lo parezca”, pero que por otra parte están “cachucheándole” un poco de energía a la compañía de Luz del Centro, bueno, ahora Comisión Federal. Los susodichos comienzan tirándole mierda en las ventanas a los líderes, que los van a reconocer porque son “re francotes”, y esa es la gente que necesita México de su lado, y no en contra, ¿verdad?, así que una vez, que estos atacadores, ubican el foco de su deseo, hacen la rabieta, la “ruptura”, pues!, y logran su cometido. Así como este ejemplo, varios disque rebeldes, terminan colgándose, obteniendo los premios para jóvenes, y viejos. No es imposible, cualquiera puede hacerlo, sólo hace falta un poco de técnica. Y una vez que dejan de molestar a los “uleros burócratas”, y se hacen amigos de ellos porque ya les hicieron caso (y les dieron su hueso), los colgados se justifican diciendo que “de algo se tiene que vivir”, y así sucesivamente hasta que un día, llega otro loco y les hace un panchote, y les recuerda a ellos mismos un poco más jóvenes, y le ayudan a que no siga por el mal camino. Pero seguro usted, de nadie se ha colgado nunca y nunca tampoco ha buscado velorios para tomar café. Y si le sucedió algo parecido fue por pura “amistad”, aunque muchos “sospechosistas” lo malinterpreten.
El modus operandi puede replicarse en todas las clases, y por todo tipo de calañas. Desde el rincón de los chambones, donde también se pelean el liderazgo, y en donde los hay que llegan con sus “poesías” recién redactadas y piden viada para aventarse el palomazo, y luego entre su “banda” presumen que ellos son parte de la “banda literaria”. O los que se pegan de cargadores, fotógrafos ocasionales, o para ayudarle a usted a mover una silla, y luego ya andan diciendo que pertenecen al grupo tal, o cual, y se pavonean, para luego sacar las garras, y lanzar unos rasguños a los que antes le dieron la mano (o sea, usted). Total que… en sus mentes ellos consolidan el rito de la “ruptura”. Las variables son infinitas, y según se sabe este “artefacto político” fue ideado desde siglos atrás, algunos rumoran por los Jesuitas, que ahora viven en las diferentes casas partidistas o no.
Incluso en estos días de guerra, los hay también que se cuelgan de la tragedia, valiéndoles el dolor de los deudos, se asoman felices en los templetes para salir en TV, o tomarse unas fotos con los encuerados de los 400 pueblos, o con los machetes de Atenco. Incluso algunos medios de tele, radio, o hasta revistas independientes de literatura, o el gobierno Federal, incluido, se montan en burro para defender por “x” o por “y” su propia causa.
Los hay que se cuelgan de una mala fama. De un narco corrido o de un mal chiste, ¿por qué no? O los que dicen odian y atacan sólo para ratificar que creen en un cielo que no creen. Cada quien se engaña como prefiere, y la máscara que usan, saben, que tal como el retrato de Dorian Gray, se pudre.
Sin embargo, todos sabemos que es necesario no quedarse abajo, que entre menos pies sean los que nos pisen la cara, mejor ¿no? Si no, cómo le vamos a hacer, ni modo de darnos por vencidos, que al cabo, el mundo es como es….
Y nuevamente, usted, lector, si quiere escalar al balcón, no sienta vergüenza, no necesita pisarle el rostro a nadie, ni escribirle un poema a ningún santo, ni nada.
Sólo escríbame de nuevo, y listo, que en un instante estará en el cielo del balcón gritando proclamas para darse a conocer…
Hasta la próxima semana.
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