martes, 16 de agosto de 2011

El sabio y el poeta o rescatando al soldado Pérrez


Hace un tiempo me encontré a un viejo amigo de la secundaria, y mi sorpresa fue que el antiguo acompañante de pupitre me informó que acababa de renunciar a su trabajo. (¡Por fin, me anunció emocionado!), después de años de no atreverse a dejar todo por el todo a cambio de lo que él más amaba: la poesía. “Aquí están mis poesías, cómo las ves, Roberto”. Y yo le respondí que había mucho camino por delante, sin querer tumbar los sueños de este entusiasta del romanticismo que de pronto quería ser, sin importar nada, un don Alfonso Reyes… ¿Erudito? No. Poeta.

Pero la neta, si este pobre amigo viene de una cuna de plomeros y albañiles, ¿cree usted que tendrá la misma oportunidad que el maestro Reyes, hijo de un general exitoso y gobernador de Nuevo León durante 20 años, junto con el dictador Porfirio Díaz? ¿La neta?

Usted dirá que el talento no tiene que ver con castas ni con familia… y pues usted debiera tener toda la razón, mi estimado almirante: ¿pero qué cree?, que usted está muy equivocado. Y no es que quiera yo hablar de militares (a güevo) sólo para traer a colación el asalto a poetas, que sin importar su creencia, militancia o labor social, han sido sometidos a base de violencia por parte de “militares”, ya sean policiacos, narcos o federales. ¿Será esto un versus entre militares y poetas?, mi estimado gendarme de la poesía. Será que los militares envidian al poeta algo y quieren arrebatárselo aunque sea a cachazos. ¿Qué podría ser eso, qué “palabra” podría valer algo para que se quieran meter a robarla en mitad de la noche?

Efraín Bartolomé ahora, afortunadamente, tiene el reloj Mont Blanc del procurador en prenda para que le curen el daño, y Sicilia, gracias al cielo, ya fue reconfortado por los brazos del espurio. Digan lo que digan a mi me parece una guerra contra la insurrección de los pobres poetas, ¡a güevo!!, aunque en los medios aparezcan sólo dos o tres poetas lamentando sus pérdidas (sea un Omega o un hijo), y luego pactando con los asesinos, con los usurpadores. Reyes, eje fundacional de la traducción de los clásicos griegos en México, llegó para quedarse porque su papi’ era una vara alta dentro del gobierno porfirista. Y bueno, bien nos lo recuerda esa película que nada tiene de fantasiosa: El infierno, donde el más culero era el militar, y hasta los “sombrerudos” narcos nuevosricos al borde de la muerte, se quedaban cortitos al lado de la sangre fría del mocha orejas, mocha dedos, y demás órganos, que volaban como en la carnicería: un mercenario acostumbrado a matar mecánicamente, a medir la fuerza en proporción de la muerte que se pueda evitar en su regimiento, que no en el del enemigo. Para mí la lección, señoras, señores, quedó muy clara: “no se metan con nosotros, los más culeros: la milicia”, y como dice la oración “si dios con nosotros, quién en contra”, así que al pueblo, o al poeta, le conviene guarecerse detrás del más fuerte. Y ni digo que miren para arriba porque es desde ahí en donde se mueven los tendones saltones en el ojo de cualquier soldado contemporáneo.

Le dije a mi cuate que se inscribiera en el taller de mi amigo el Ibargoyen o de mi manito’, el Renán, para que fuera en serio eso de andar escribiendo “poesías”. Y fue hace menos de una semana que volvía a toparme con el pobre diablo en la presentación de un libro en Bellas Artes. “Ando bien jodido, Roberto, mi vieja me dejó por ser poeta (ya sabes… no entiende qué pedo) y la neta no tengo ni en qué caerme muerto. ¿No tienes cinco pesos que me prestes?, deja que salga de esta y ya sabes que me emparejo”. ¿Qué pensaría doña Manuela Mota de Reyes de un ser como este, desahuciado, sin su capilla alfonsina, sin un templo del saber para saber cómo superar la adversidad? Será qué Alfonso Reyes, de una estirpe de sangre fría, de cálculo bélico, tuvo mayor sensibilidad que este buen amigo que dejó todo por “escribir”, sin tener nada a cambio, ni siquiera un buen poema en sus manos?

No hablamos de justicia, apreciado esteta. Sino de lógica (o logística). Los intelectuales orgánicos, desde su biutiful casa podrán decir que no es un clasismo, no señor, el plomero que busca ser poeta, es un advenedizo que quiere, igual que los perros (los callejeros, habrá que dejar claro) cuando alguien les abre la puerta, escabullirse. Pero cuando un hijo de soldado (o político más pa’ acá) por el hecho del poder que le otorga su genealogía por decreto de triunfo, por haber vencido sobre un pueblo que aún se muere de risa cuando le muestran lo ridículo de su condición mexicana, se proclama como candidato para ser “artista, poeta, escriba”, es asentado que (de antemano) es mucho más sensible para la creación, el conocimiento, y sobre todo que tiene la capacidad “natural” para erigir la capilla de sus sueños.

No cabe duda que El infierno está aquí entre nosotros. No con ellos, no con ellos. La suerte cabe en dos opciones, en dos caras de la moneda. La mala y la peor. Una suerte que ya fue pactada en un trato, en algún plan militar decretado a fuerza de balazos. Y al final, hasta los poetas terminan por estar en la pasarela, es verdad, esto parece una divertida pasarela, apreciable catador de modas, donde los poetas se ponen una estola roja, un sombrero de paja, un reloj X, una pluma (costosísima). Arrímese para que escuche bien lo que le voy a decir. Sucede que ahora no sólo son los candidatos presidenciables los que se toman foto para la nota, sino que el método, ahora también funciona para los poetas, que lo han tomado para sus fines poéticos; sus postulaciones, sus candidaturas para tal premio, o beca, puesto burocrático, y hasta para ser nombrado “poeta” por las “autoridades pertinentes” en alguna revista o periódico nacionales.

De un tiempo para acá los militares se volvieron políticos, sin que los políticos dejaran de ser militares, cabe mencionar, cosa que queda más que clara en este ahorita de rifles de asalto. ¿Poetas versus militares? Sólo el que vence en la guerra (asesinando a sus miles de oponentes) tiene la parcela para sembrar el futuro de sus generaciones, los demás están para sobrevivir y para trabajar la tierra ajena, es decir, sus tierras.

Mi cuate me mostró sus poemas y la verdad notoriamente avanzó en su hechura, incluso me dijo: “ve mis poemas, a ver si ya parecen poemas, Roberto”. Luego me dijo que sigue sin trabajo y me comentó que en el aviso oportuno sólo había una larga lista de anuncios solicitando guardias, policías, soldados. Con razón el espurio dice que hay chamba para todos, ¿no? Leí los poemas de mi cuate el Pérrez (así le decían en la escuela), y la verdad sí ha mejorado mucho. En uno de sus poemas tenía un epígrafe de Alfonso Reyes: “Escribo: eso es todo. Escribo conforme voy viviendo. Escribo como parte de mi economía natural”. Sus poemas ya parecían poemas, es verdad, mi exigente melómano, si gusta y me escribe, se los mando. “Lástima que seas pobre, y de tan pocas aspiraciones”, le dije con una risa (no por maldad, eh), “pero sobre todo que seas tan güevón y no quieras trabajar habiendo tanto trabajo”.

Me pagó los cinco pesos que me debía. Si usted necesita un préstamo, no lo dude, pídalo al banco de México, seguro y se lo dan. Pero si lo que quiere es ser poeta, pues como decía mi jefe, “estudié otra carrera y hágase rico”, o si de plano eso de la ingeniería no se le da, pues declárele la guerra al gobierno para que le den un hueso, y si sobrevive, dentro de unas tres generaciones, los hijos de sus hijos, podrán ser poetas.

Pero no se desespere, aquí lo espero en el balcón (que no es presidencial) pero que si quiere armar su guerrilla poética para ir al rescate de algún poeta perdido bajo el fuego enemigo, pues aquí nos organizamos y nos vamos por él… y lo sonsacamos con unas chelas, para ver si renuncia aunque sea por un año, a su fuero político en el INBA.


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