martes, 16 de agosto de 2011

¿Y quién carajos es Guilebaldo?

¿Genio? En este momento
Cien mil cerebros se piensan en sueños genios como yo,
Y la historia no señalará, ¿quién sabe? ni a uno, (…) y no quedará más que caca.

Fernando Pessoa
Después de tantas distracciones insustanciales (nunca está de más echarse un par de taquitos en la esquina, aunque sean de perro con salmonella), ha llegado el momento de hablar del tema que deja sin dormir a varios escritores mexicanos, que impactados por la parabólica universal de un premio, todos los días se preparan mentalmente, o sea, memorizan el discurso que dirán cuando reciban el Nobel. Imaginan a todos los enemigos que harán sufrir con el tan merecido premio que demostrará a todos que estaban equivocados respecto a sus personas.
O algunos que se dedican más de lleno al trabajo de mejorar su estilo y tallerean constantemente, una y otra vez el mismo poema, pues escuchan en su mente el consejo snob de “el poema nunca está acabado”. Lo pulen, lo limpian con maestro limpio, con kétchup, con cera para madera. Lo quieren brillante, pues. Y nunca están conformes con su obra maestra, que transportan para todas partes, como el milagro, el tesoro que en cuanto alguien lo vea, y entienda que él es el elegido, publicarán esta gran obra, y todos sabrán que él es el chido, quién sabe cómo, pero se enteró el “comité seleccionador secreto”,y lo invitarán a viajar a Suecia, a recibir el tan afanoso reconocimiento.
Cuánto trabajo escondido, cuánto talento oculto a los ojos lectores, cuánta injustica en tales desconsideraciones del universo para estos genios que nada les duele, porque dentro de ellos, saben con claridad ser los chingones, y no toda esa bola de “maletas” que se la pasan criticándolos cuando no entienden la hondura y simplicidad, al mismo tiempo de sus versos (que aseguran han pensado durante años, ergo: ¿cómo podrían estar mal?).
Afortunadamente, si no corren la fortuna en vida, de que un descubridor de talentos europeo se los tope en el micro, o en el puesto de garnachas, o ya de perdis en la cantina “Los Barrilitos”, les queda el consuelo de que si no es en vida, seguro será en la muerte.Ya ven que le fue bien a Kafka, qué decir de Borges, que hace ya casi dos décadas hubo quienes quisieron postular su cadáver para que recibiera el premio. Incluso, algunos afamados criticones mexicanos, no diré nombres, pero sus iniciales son… Castañón y terminan con Carballo, han realizado una valoración de todos los “pobres maestros” que debieron haberlo recibido, y que injustamente no se fijó nadie en ellos. Lo que pasa es que hay tanto talento en el mundo que no alcanzan los premios para todos, y eso sucede hasta en los concursos de declamación en la primaria.
Conozco a varios de estos avisados artistas. Ambiciosos. Seguros de sí mismos, igual que Guilebaldo, que a sus 49 años espera ganar el Premio Elías Nandino (creo ignora es para poetas un poco más jóvenes), y que asegura también estar aún en edad de ganar el Nobel (nomás vean a Saramago, ejemplifica convencido). O también otro bardo, Hugo Mendoza Gutiérrez, me parece se llama, y que en Facebook escribió cierta ocasión que sólo perder el Nobel podría afectarlo. Será una persona alegre toda la vida, seguramente. Sufrirá poco le auguro, y superará todas sus derrotas con una sonrisa, pues cada vez que pierda (cada vez que sea derrotado, me refiero), volteará a ver al fondo del pasillo de su mente, y verá ahí a Alfredo Nobel, con las manos abiertas, como una madre bondadosa esperándolo para entregarle el oro y la fama.
¿Pero quién carajos es ese tal Guilebaldo? ¿Es acaso algún heroico político dispuesto a cambiar México? No. ¿Un millonario excéntrico dispuesto a sacrificar todo por su pase a la historia? Tampoco. ¿Un travesti que reivindicará a los hombres? Menos. Guilebaldo es nadie. Es el promedio nacional del escritor mexicano. Chaparrito, moreno y delgado, no con tanta gracia, pero ingenioso. Siempre con un chiste bajo la manga. Es un solitario que encontró que no servía para tantas cosas como hubiese deseado. Y que ahora no le ha quedado otra opción, más que guarecerse bajo el techo de la siempre plural poesía. Es Guilebaldo la vuelta del deseo por ser “alguien” que no vive atrapado en un país “surrealista” como el nuestro. Guilebaldo somos todos, podríamos encontrar la frase en alguna calle del Centro Histórico, como una proclama de poesía en combate. Nuestro héroe no se dará por vencido, perseguirá el Nobel hasta el último día de su vida, buscando en el azar su máximo aliado.
Por qué el azar. Porque el azar también da Nobeles. En 1965 se lo otorgaron a dos radio astrónomos, Penzias y Wilson, porque después de un año de estar tratando de quitar la interferencia de su transmisor experimental, resultó que, según otro científico llamado Robert Dicke, que trabajaba por ahí cerca, descubrió que esos eran los residuos del Big Bang, y aunque el par de astrónomos no tenía idea de esto, les entregaron el Nobel. Afortunadamente lograron entender su descubrimiento poco después en un artículo del New York Times.
¿Por qué no? La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. Y la esperanza muere al último. Incluso Miguel Ángel Esquivel recientemente postuló a la editora de este Semanario para recibir el Nobel (ojalá no me mandé una de esas cartas amenazantes que tanto se acostumbra en el gremio). Nada es imposible. Así que dejemos que los reyes de Suecia y de España (por eso del Premio Cervantes) decidan si hay o no hay en México calidad. Si hay o no en México un boom de poesía, que sean ellos los que decidan, así lo afirma David Huerta, en una entrevista reciente, donde dice, “aquí no hay un Nobel ahora para determinar un boom”. Quizá se refiera a que el boom latinoaméricano de novela se detonó, y llegó a su culminación con el Nobel a García Márquez, allá por 1982. Pero si se refiere a eso… entonces en México el boom de la poesía pasó allá por 1990, cuando nace Conaculta, cuando gobierna Salinas, cuando comienza el México que nos merecemos ahora todos los mexicanos. Así que paciencia, tarde que pronto tendremos otro Salinas, tendremos otro Octavio, tendremos otro Nobel, y quién sabe, tal vez hasta otro Efraín Huerta (y esta vez, tal vez, no se hagan de la vista gorda los monarcas europeos, y sí le den el Nobel).
Si usted también quiere el Nobel. Puede encontrar más datos en www.nobelparaprincipiantes.com
Aquí en el Balcón, hay premio para todos los que lo pidan.
Sólo escriba a roberto.absenti@gmail.com


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