martes, 16 de agosto de 2011

Encuentros de Escritores "La Risa en Vacaciones"

Bienvenidos de nueva cuenta a esta serenata diurna.
Esta semana, estimado lector, hablaré de algunos de los tantos y tantos "encuentros de poesía y escritores" que suceden en nuestro país. Para empezar, ¿sabía usted que en el país se hacen varios encuentros de poetas al año? Si no lo sabía, no se preocupe, los escritores tampoco lo saben. La mayoría de estas reuniones se desarrollan en lugares recónditos e inaccesibles, como ejemplo tenemos, el que se realiza en Fortín de las Flores, que por el formato del evento, termina siendo lo más parecido a una clausura de fin de año de alguna primaria, pero extendido el suplicio a lo largo de varios días consecutivos. Encima de eso hay que lidiar con las "normas de urbanidad", donde seguramente el manual de Carreño hubiera coincidido en que lo "correcto" es aplaudir a todos, indiscriminadamente, y en misma proporción para no generar suspicacias de favoritismos o porrismo, amiguismo, y todos esos ismos (que para algunos grupos son imprecindibles para mantenerse a la vanguardia siempre) y cuidadito y algún escritor que por algún mal paso cayó ahí, destaque (regularmente por el simple hecho de ser novedad), porque seguro el año que entra, no sólo no aparecerá en la lista de invitados, sino que reaparecerá, pero al centro de la mesa a manera de botana. Y así se repite cada año, con cada organizador, y con su respectivo encuentro, donde hablan los mismos rostros (incluyendo los mismos gestos), y sin público escuchan el nuevo poema que escribió su viejo amigo.
Y hay más. Nuestros "jóvenes escritores" también tienen sus propios paraisos turísticos. Acuérdate de Acapulco... dice la canción. Y siempre hay "recuerdos" de dónde cortar, pues el puerto guerrerense es sede de dos encuentros durante el verano. Los escritores que asisten, en su mayoría se confunden con el grueso turístico nacional, y llegan para tomarse esas "merecidas" vacaciones que habían dejado postergadas, y todo con hotel, bebida y sus tres comidas diarias. La fiesta se arma en grande, y se extiende según los poetas puedan aguantar. Y cuando se acuerdan, o la cruda lo permite, llegan (aunque sea tarde) a sus lecturas o presentaciones. O en algún caso se esfuerzan y hacen acto de presencia (aunque sea para tomar la siesta en la butaca, o silla plástica) y justificar su asistencia. Por supuesto, el público es siempre esa especie en extinción, y los ponentes a veces prefieren hacer la sobremesa, en vez de aburrir a los despistados que por algún motivo les tocó estar en primera fila. Los literatos no tienen bronca con la culpa, ellos "van a pasársela bien, es puro desmadre". Y a veces es mejor que ni aparezcan porque hay uno que otro que nomás va y deja sus rastro enorme como abono enfrente de todos.
Por demás sabemos, y conocemos este vicio mexicano, de despilfarrar los recursos, y de un modo que da vértigo. Por demás está decir, que no todo encuentro es con fines literarios, mucho menos de difusión o creación de público (lo importante para la foto es llenar la salita, aunque sea de cuates y familiares). En cualquier caso lo escencial, es lograr el "bendito" beneficio. Los "invitados" se conforman con que les pagen sus vacaciones, y los organizadores, con obtener el porcentaje mayúsculo de los dineros "miserables" (que ascienden a varios miles de pesos destinados a cubrir el gasto de los escritores), aunque nunca es sufuciente para ir a Europa, (según afirman algunos escritores, a modo de queja), porque si realmente quieres ser reconocido tienes que ir a leer a Europa (aunque sea en un cafecito al fondo de algún callejón desvencijado).
Las leyendas sobran, y se suman a la de la tradicional "llorona". Se cuenta la historia de una poetiza (eso dice la leyenda) que fue poseída por alguna fuerza (cachonda) y extraña, de tal modo (según dicen los que cuentan) que andaba desnuda recorriendo los pasillos de aquel hotel veracruzano donde alguna vez H. Lawrence soñó, y tocando de puerta en puerta esperando que alguien le diese... posada, gemía toda la noche. Obviamente, todos los huéspedes sabiendo el peligro de tan concurrida leyenda, conociendo la terrible enfermedad, no abrieron la puerta al cuerpo poseso, pero conozco también a un par de poetas que tal vez le hubieran abierto, y usted , ¿le abriría?
Hasta aquí la anécdota de mis vacaciones. Por lo pronto, no se aburra, y si escucha música, asómese al balcón.
roberto.absenti@gmail.com



(nuevo espacio)
CARTAS DEL LECTOR:
Hca. Veracruz, a 24 de febrero de 2011

Sr. Roberto Absenti
Ring. Semanario de poesía
En el inicio de la literatura mexicana había un caos social. Los escritores españoles y españolizados dejaron de tener importancia y enmudecieron, sobre todo los que aprovecharon los tiempos muertos de sus deberes eclesiásticos. En la Academia de Letrán coincidieron jóvenes del barrio, como Guillermo Prieto, con encumbrados hombres de letras, como don Andrés Quintana Roo. Los estudios sirvieron para empezar a construir el edificio de la literatura, que perdura hasta hoy: analfabetas, en el sótano; planta baja, empleados de gobierno; universitarios, arriba.
Manuel Carpio era médico; Mariano Azuela, también; Altamirano y Sierra fueron abogados.
A este edificio se le han ido agregando varios pisos. Algunos empleados de gobierno subieron al mezanine: Maples Arce y Torres Bodet fueron diplomáticos, uno nació en Veracruz y el otro en la capital de México.
Años más tarde hubo un combate (está en la revista Proceso) entre dos egresados de la UNAM, el licenciado Paz y el estudiante de Economía y Letras de la UNAM y de Teología en un Seminario Presbiteriano, don Monsiváis. Uno de los contrincantes, don Monsiváis, decidió poner casa aparte y se mudó con todas sus escritos de la cultura popular y la política y quedó en planta baja, casi a la altura de los analfabetas. El licenciado Paz quedó hablando solo y deslizándose cada vez más a la derecha del enorme asentamiento monsivaíta, en un pent house cortesía panista.
La cultura capitalina quedó dividida en dos pes: la Portales contra el Paseo de la Reforma.
Unos cuantos años después, una nueva ruptura se dio en el ahora rascacielos, quizás después de uno de esos terremotos como el de 1985. El licenciado Paz, ex embajador, se puso atrás de su comandante más joven, historiador y negociador del apoyo al PAN (otra pe), quien arremetió contra otro licenciado, el ahijado pródigo Fuentes, quien decidió marcharse y empezar la construcción de un edificio donde hace malabarismos entre derecha e izquierda (que no le hace gestos a los cumpleaños pagados por PapaPan), entre los campamentos de las huestes de Monsiváis y el edificio expropiado del licenciado Paz.
El crecimiento demográfico del país y de los estímulos de sucesivos gobiernos dio como resultado un aumento significativo de los practicantes de la literatura que ha propiciado un nuevo caos en México, Pre bicentenario.
Se pueden ver nuevas caras, nuevas formas de organización, hay una creciente autonomía de los estados y nuevos liderazgos, más edificios y más zonas marginales. Y todo esto no debe repetir la prehistoria mexicana.
El Mapa poético de México, Poetas nacidos entre 1960-1989, de Adán Echeverría y Armando Pacheco, subtitulado Del silencio hacia la luz, es muy útil, es un trabajo admirable, tiene el mérito adicional de proceder de un estado alejado del DF y muchos etcéteras, todos elogiosos.
Yo lo recomendaría mediante textos que resalten su importancia y les pediría que coordinaran una ampliación, que agregara poetas anteriores a 1960 y, hacia delante, a los más recientes. Además, que hicieran un volumen independiente, que funcione como el Diccionario de Escritores de la UNAM, que incluya más datos, otros datos, como para una sociología de la poesía. Y que propiciaran trabajos similares de otros géneros.
El antecedente del trabajo de Echeverría y de Pacheco está en un libro de Gabriel Zaid, Asamblea de poetas jóvenes de México, que debe haberse publicado hace ya unos treinta años y que sólo incluye un poema de los poetas nacidos en los años cincuenta y una pequeña ficha biobibliográfica, de los que pudo localizar, que fue bastante, lo que también quiere decir que le faltaron cientos que vivían lejos de su atenta mirada. Algo que vinieron a resolver Adán Echeverría y Armando Pacheco.
Jaime Velázquez
Ex habitante de la zona sagrada menos transparente



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