martes, 16 de agosto de 2011

La Institución soy Yo

 

Escucho la plática de la mesa de a un lado, y noto que alguien está hablando de mí. (Afortunadamente no me conocen, lector). Me imagino que sólo reconocerían mi antifaz y lo que cada semana los golpea en el estómago, supongo, y los deja con la boca llena de mi detestable persona, según escuché de sus “inteligentes” palabras.

En realidad no llegan a llagarme las frases como “es un pinche criado del sistema”, o “sólo trabaja pa’ los de arriba”, aunque la que más usaron durante las varias horas que ocuparon para amenizarme la noche, fue la de “se cree más que nosotros y seguro ese wey es mucho más misógino, nada más que se hace pendejo”.

No me hacen tanta gracia estos comentarios, aguerrido acompañante de trago, pues me cuesta uno y la mitad de otro sobrevivir en un país como éste, en donde la masa, o más específicamente, la bola de “artistas” muertos de hambre, igual que yo y la mayoría de la “plebe” nacional (que digan lo que digan ocupa más de 80% de la sociedad) a lo único que aspira es a “tener”, sin importar si es robando, estafando, usurpando, volviéndose vulgares copiones (como una franquicia del Oxxo…), e incluso a costa de sus iguales jodidos, que cuando pueden también los chinga, con el único pretexto de “¿por qué ese pendejo tiene mejor coche que yo?, ¿por qué ese wey tiene un proyecto y yo no?, ¿por qué a ese maleta lo invitan a las lecturas y a mí no?, ¿por qué ese “pendejo” tiene una editorial exitosa y yo no?, y peor aún, “por qué la vieja de ese pendejo está más chida que la mía?”, a güevo!!!, hasta usted lo ha pensado, a poco no?, siempre está más buena la vieja del vecino porque no es de uno, todos aspiramos a ser un jefazo (legitimo o no), aunque sea de alguna de las esquinitas oscuras de este ‘che país, que según encuestas recientes ocupa el primer lugar en sobrepoblación de perros callejeros.

Son varias las veces que he recogido especímenes que parecen tiernos (e inofensivos) en la calle, y que a punto de morir, con el parvovirus avanzado, los recojo, porque aún me da lástima abandonarlos a su maldita suerte. Pero ya hastiados de la vida, ya temerosos y asustados, algunos de ellos lanzan una mordida a algún miembro de la familia. Es más, a mí: que soy su amo. Al principio, ese acto me era incomprensible, pero después de conocer a más de un “perro” que actuaba igual, entonces vi claramente el porqué de esta violenta reacción ante sus salvadores: nacieron con un puñal atravesado en el corazón, y a muchos de ellos los mata, pero los que sobreviven, lo guardan en el pecho como un germen, y ese germen es el que ahora nos gobierna a todos.

La mayoría de estos animales “artistas”, amigable lector, no voltean hacia arriba, sino a donde pueden, porque sólo tienen ese modo de ejercer la venganza en este mundo para saciar su hambre… pues ya no es saber quién se las hizo, sino quien se las paga. Tampoco es para satanizarlos, esto sólo lo digo para que sepa usted cómo reaccionan. A fin de cuentas todos tenemos algo de ese perro que merece ser asesinado. La única diferencia es que unos se aferran a orinar todo lo que les rodea. La gente no lo nota porque está acostumbrada a ser orinada desde lo alto del cielo. A que la lluvia sea tibia y amarilla. Están acostumbrados a guardar el sol dentro de una cerveza en la heladera. Y no lo notan.

Todo esto pienso mientras escucho que hablan y dicen que yo pertenezco a la Institución, cómo la ve, mi compungido perricida. Que segurito me paga a escondidas el gobierno para que tire mierda, o que si no, lo hago pa’que me den mi huesito, haciéndola de director de alguna casa Trotsky o algo así; ya ven que por eso me la paso ladrando, claro que esto no me pasa solo a mí, es un mal social bastante generalizado: yo lo veo dentro del medio editorial y sus poetas. Por ejemplo, todos o casi todos, se dicen contestatarios o de izquierda, pero si ven una modestísima “editorial” a fotocopias, la ven con el debido menosprecio por ser algo sin trascendencia, pagado con las tristes monedas de un Don Nadie, y todos terminan aspirando a publicar en las “buenas editoriales y revistas”. Quién va querer poner en su currículum un fanzine, un premio de chocolate, unas madres engrapadas en un cartón: no, todos quieren en el fondo publicar en las editoriales pagadas por la institución, aunque se digan contestatarios y de izquierda. Aunque tengan que irle a rogar a la izquierda-derecha del PRD, o si aspiran a la liga nacional, a la derecha-izquierda del PAN; los “principios” se olvidan a la hora de roer el hueso del erario público y de obtener el “merecido” reconocimiento.

¿No le parece sorprendente que a este dislocado escriba, que a punto está de perder su trabajo, y que con dificultad paga la renta por no aceptar las propuestas de chamba (que no faltan, déjeme decirle) de diversas instancias públicas: que acusen a este aborrecedor de “lo burócrata”, de ser esclavo de esas ideologías?

Sonrío un poco, pues he visto a más de uno de estos inocentes violentados, terminar recluidos en una casa de cultura, asumiendo un cargo en la Secretaría, o simplemente vendiendo las nalguitas por dos pesos al mes. Así normalmente acaban todos. Lo que me cuesta trabajo adivinar (o dígame usted) es el porqué terminan así. Pareciera que ninguno de ellos sabe cómo sacar un proyecto cultural adelante sin mantenerlo con apoyos institucionales; como si fuera obligación del gobierno mantenerlos de por vida. Olvidan que fueron sólo hechos para echar a andar dichos proyectos, para que después estos mismos generaran recursos para sostenerse. Definitivamente no saben hacer cultura, se creen europeos y no piensan que en este pichurriento país a güevo se tiene que trabajar, aunque no quieran.

Me parece que si algo quieren destruir: deben afinar mejor su navaja, porque corren el riesgo de terminar deshilachando sólo la falda de su madre, y todo para que les ponga un poco de atención. Que yo soy la Institución, estuvieron diciendo en su plática, lector, y a mí sólo me da un poco de risa, pues sé envidian mi lugar en este Semanario.

Al final, no pude evitarlo, escrupuloso escucha, y me acerqué a la mesa para preguntarles quién era ese tal Absenti del que hablaban, pues sonaba divertido saberlo, y no quería irme sin saber quién era ese ojete del que tantas cosas deleznables se tomaban la molestia en decir; a lo cual me respondieron que no era nadie, que era un imbécil que servía al gobierno, y que si quería mejor, me hablaban de gente que de verdad valía la pena. Después de dos cervezas más, volvieron a retomar la plática, y empezaron a planear cómo atacar al Fulano de tal (o sea yo), para lo cual, lo primero que se les ocurrió fue hacer un Balcón para lanzarle bolsas con mierda al susodicho. Se me hizo buena idea y los alenté. Seguro dentro de poco tiempo sean recompensados con una beca, un premio, con un grupo de alumnos, o con un puesto burocrático.

Sé que estos poetas “under” me están leyendo, y que ya conocen mi cara, así que cuando volvamos a toparnos en alguna cantina, ya saben quién soy. Me vieron a los ojos y hablaron de mí, y pueden sin prejuicio volver a hablar sobre lo culero que soy, como esa noche en que nos conocimos. Que para eso son los amigos, ¿qué no? No se preocupen, para mi será un placer escucharlos, y verlos cómo replican mis palabras, mis gestos, mis obras, a falta de ideas propias. Seguro escribirán su sección en algún blog que diga “Con Absenti no me llevo”. Sé que no lo hacen con mala intensión, simplemente que no saben hacer las cosas de otra manera. Por eso hoy les dedico esta columna, a ustedes, perros de la calle que algún día serán gobernantes de una Casa del Poeta, o del propio Bellas Artes, y que lentamente verán cómo se consume su vida en una casa vacía, y todo sin saber cómo fue que llegaron a tal punto que se quedaron sin nada, mas que con un salario, un seguro de vida, una familia que los odia, y un hueco en la tierra, pagado años antes de su muerte.

Se los digo a ustedes, mis lectores, porque sé que cuentan con la sinceridad de este su Mefisto de cabecera. Sé que a la gente le cuesta decir la verdad, pero usted no se acobarde, y si quiere hablar con la neta, aquí tiene un espacio en el balcón, para charlar sin ninguna bronca y apreciar lo bien hecho de la vida.

roberto.absenti@gmail.com

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