martes, 16 de agosto de 2011

El Master of muppets, o dime quién mueve

El Master of muppets, o dime quién mueve
las manos del titiritero




Me parecen que ya sabe que me quieren correr de esta columna, lector. De hecho no sé si esta columna salga al aire (si la está leyendo: es sí) porque la editora de este diario me ha lanzado la amenaza de correrme definitivamente, pues afirma que no es posible escriba en estado etílico mis columnas, pues la semana pasada recibió varios reclamos porque resulta que mi texto sobre Sensacional de misóginos fue demasiado hiriente para algunos varones.

Me ha solicitado que me disculpe públicamente por los agravios de lo dicho, pero no sé de qué disculparme; lo que sí sé, es que tengo un compromiso con ustedes, mis expectantes lectores, y no me rindo ante una simple amenaza, para lo cual les pido, que apoyen a este “tunde teclas”, como lo diría el apreciable Guillermo Vega Zaragoza, y mande un mail al semanariodeportivodepoesia@gmail.com, si desea seguir leyendo lo que un servidor realiza semana tras semana. Por el otro lado le pido a la editora de RING que sea benevolente y si junto un mínimo de buenas firmas, me permita seguir lanzando gags desde mi sombra en el tablado.

Entre tanto, y aprovechando el tema, mi admirable atento, abordaré el tema que a veces vuelve locos a los comentaristas en la TV nacional; o que en la radio hace se agarren a insultos hasta “las almas más nobles” que habitan en el senado, o en cualquier vulgar casa, de esta nación en sana descomposición. Así es, hablaré de los Titiriteros y de los hilos que mueven. A poco a usted no le gusta adivinar quién está detrás de “éste” o “aquel” poeta, de “éste” o “aquel” político. No le gusta indagar quién mece la cuna de los jóvenes que usted veía venían tan bien, y de pronto, ¡oh no!, ¡no puede ser!, porque ya se habían vendido, y todavía no tenían nada que vender, y usted se lamenta: ¡tan pronto!

Y luego la pregunta necesaria: quién les movió las cuerdas, los lazos, los cables, quién les jalo del hilito para echar a andar su maquinaria de bajas pasiones, y que sirvieran a “una causa mayor”, que por supuesto es la que mueven los Venerables que conducen al pueblo hacia la “verdad” que los mantendrá ocupados, ya sea leyendo un libro o viendo un partido de futbol, que parece, a estas alturas del juego, es ya lo mismo. Un libro ya no garantiza despertar nada, y mucho menos conciencias.

Por ejemplo, cuando te ponen en la calle un candado para inmovilizar tu auto, ¿sabes quién fue el autor intelectual de la Norma por la cual ahora infringes algún código? Cuando por ejemplo llegas a una lectura de poesía, ¿sabes quién es el autor intelectual de los poemas que escuchas?, ¿o asumes que por el hecho de que los leen sus autores son obras de su creación?, ¿cómo saber la diferencia?, ¿sabes distinguir entre un poema creado para religar a la congregación, de uno confeccionado sólo para regodearla en lo que es?, ¿o en dado caso podrías reconocer uno concebido para modificar ex profeso la opinión del escucha? En dado caso, ¿quién es el qué mueve las palabras, los hilos de la mano, preguntaría Borges, a poco no?
Para mí, que a eso a lo que quieren llamar poesía mexicana actual, es el inconsciente colectivo, que movido por intereses o la necesidad de sobrevivir, hace que los poetas (rechazados o no) escriban de un modo parecido, como si los poemas fueran sacados de una fábrica de pan, ¿no cree, crítico lector?... y donde obedecen al molde: y la poesía social (que no crítica) es la que rifa, entonces todos ponen “una cabeza por aquí”, “un pedazo de cuerpo por acá”, “un poco de lamentos arribita”, y un remate que trate de decir “no queremos más violencia”, y listo, un poema adoc a nuestra realidad.

Ahora… si es la época de celebrar a López Velarde, el vate nacional, aquel de “que suave es la patria”, entonces basta que pongas “zozobra” en el tercer verso y “retorno” o “maléfico” un poco más adelante, y si puedes meterle un poquito de sabor con la Culpa del deseo pecaminoso del macho católico, pues ya está: tienes listo un poema para concursar en algunos juegos florales. ¿Pero quién fue el autor intelectual de este “crimen perfecto”, fraguado en un poema? ¿Quién lo creó y dejó lista la fórmula para ser bien acogido en el seno de las Instancias del Mejoramiento de Salubridad Intelectual y Poética de los Ciudadanos Mexicanos (la IMSIPCM)?

Que por cierto, y viene al tema, cuando cumplía mi ronda vespertina de “piojo” en la librería de Gandhi de Quevedo, me topé con un libro donde figuraba como prologador y ¡compilador!, el ex diputado y político mexicano (no sé la verdad si prófugo aún de la justica), y también ex director de la revista vozotra, Javier de la Mora, que ahora ha regresado más convencido que nunca de ejercer su voluntad imperiosa y hacer que la gente vote (con plena confianza de que la poesía queda en buenas manos) por la Revolución Institucional que hace ya varios años representó Paz, con su inteligente “tradición de la ruptura”.

Me parece que la experiencia enseña, y esta ocasión el titiritero procura mantenerse detrás del escenario, camuflajeado entre las sombras, ¿no?: como esa enigmática escena en la película de Kieslowski, donde la protagonista de pronto descubre al “artista” moviendo los cables de un mago. A poco no podría bien adaptarse para una escena mexicana en donde aparecen los poetas o ensayistas bailando, con brincos medio torpes y, ¡clásico de nuestros efectistas especiales!, los cables todos visibles rompiendo el “hechizo” de que los bailarines vuelan… y es más, hasta de pronto, ups!!, que se caiga la cortina del fondo, y ahí los tres titiriteros moviendo las marionetas que recién les prestó su jefe. Ah, y eso sí… el jefe, nomás no nos toca verlo; pero si lo buscas en los créditos de producción de la obra, seguro lo encuentras. Al final los espectadores salimos irremediablemente con una enorme P en la frente, porque sentimos nuestra entrada fue un vil fraude.

Por eso, lector de cabecera, no se adelante nunca a pensar que lo que pasa delante de sus ojos es real. Fíjese bien, que en México siempre se notan los hilos de los títeres, y si mueve un poquito la cortina, verá al titiritero. Y no se sienta mal, que si lo que necesita usted es mover un poquito, aunque sea, la realidad que le rodea, pues bien puede meterse en una de las botargas del doctor Simi, y a la vieja usanza “revolucionaria”: cambiar el mundo desde “adentro del sistema”, musitándole en secreto “poemas contestatarios” a los consumidores de medicamentos cuando se le acerquen, y ya verá como usted solito logra redirigir algunas conciencias, a que por lo menos, le compren también a la competencia: al Dr. Vara Vara.

Aquí en México hay chamba para todos (nadie se queda sin trabajo) y trabajo siempre habrá para el que quiera trabajar, a güevo!, que eso es lo que nos enseñaron nuestros jefes, y pues el que paga manda, ¿no?

Yo mismo ahora me siento asolado, casi sin ánimo para mofarme con negra ironía de mi próximo despido, pero hago el intento, levanto el cáñamo del escritorio, lo amarro a mi pluma, y pongo a garabatear mi mano, que parece más bruta, cuando me descubre en el espejo moviéndola, obligándola a escribir lo que yo quiero. Después de todo, ¿qué puede hacer?, es mía y jamás podrá elegir dejarme, ¿o sí?

Si quiere que este escribano testarudo mantenga abierto este balcón para ver el nuevo espectáculo guiñol, escríbame a: roberto.absenti@gmail.com


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