martes, 16 de agosto de 2011

Los poetas de la pose, las divas y los borrachos que se ponen valientes





Dicen que cuando aparentas algo es porque eres todo lo contrario, estimado lector. Últimamente me he topado con más de un metrosexual que gusta de exponer incluso el físico para que la gente lo vea. A poco no le viene a la mente la frase clásica de los padres cuando uno de sus hijos hace alguna graciosada de mal gusto, y luego dice a manera de excusa ante las visitas, “lo que pasa es que quiere llamar la atención”. Por supuesto, esto no es lo malo, mi querido cuestionante, sino que “llamar la atención, sólo por llamarla”, suele terminar igual que la vieja fábula de Pedro y el Lobo, donde al final, irremediablemente, Pedro es devorado por el canino hambriento, cosa que no es sino el merecido para el que miente o que de plano nada tiene que hacer más que quemar algo, lo que sea, igual que Eróstrato, y así, intentar robarle, un parpadeo por lo menos, a las estrellas.

Estos personajes (que seguro usted ha visto) caminan con la sensación natural de ser Jim Morrison, o Madona, o una especie de rockstar, que a modo de Jesucristo Superestrella, toca a los despistados que le rodean para llenarlos con su “gracia”. Son divas, o al menos ellos y ellas están convencidos de ello. Algunos actúan como les dijeron lo hicieran las canciones de su época, aunque sean de segunda vuelta, como es el caso de la veterana Blanca Estela Roth, que no toca el suelo cuando camina, sino que flota, imaginándose, yo creo, ser Angélica María cuando César Costa le cantaba un rocanrolito aburrido en la oreja. Es una “rebelde” sin causa. Bueno, sí tiene una causa: hacerse conocer a como dé lugar. “Mírenme aquí estoy”, parece decir cuando toma el micrófono y no para de hablar, hablar y hablar. Bla bla bla, diría su equiparable amigo Tonatihu Mercado.

También seguro se ha topado con los que se vuelven “locas” porque las palmas los aclamen. Se ponen una estola roja, y con su enorme cuerpo dan un show entero de cabaret; sí, estoy hablando de Rojo Córdoba, que al principio disimulaba y parecía su arrogancia era sólo una pose performática, pero que con los años ha ido demostrando que es más bien una pose patológica, y que cabe mencionar va en detrimento de su trabajo artístico. Si tuviera dinero esta diva, seguro andaría ya en uno de esos coches hip hoperos rodeado de puras nenas y nenes que lo hicieran sentir un rey, oh sí, el rey del slam y el soul.

Cuántas cosas se ven en estos tiempos; incluso están esos poetas jóvenes que por no tener nada que decir, sólo quieren destruir lo que se les ponga enfrente. Dicen ser terroristas, pero sobreviven de la mesada familiar (o estatal, ¿o no Yaxkin?). Si quisieran hacer terrorismo real, pues deberían ir a los pinos y mentarle la madre (o sea leerle poemas) a los soldados que cuidan al espurio, ¡qué no?, yo digo, para que valga la pena su actitud retadora, que sólo ejercen contra otros poetas que la neta les va o les viene si estos chavos se desnudan o hunden la cabeza en el escusado. La bronca es que es como una especie de virus, y una vez que uno se quita la camisa, el “sólo para mujeres” ya empezó, pero de una manera tan mediocre, que las chavas mejor se van, porque estos mozuelos parecen más una amenaza que portavoz de alguna novedad o apuesta.

O sea, en pocas palabras, si hacer terrorismo poético es morder un libro como a un hueso, quitarse la camisa y subirse a una mesa, como recién lo hizo Eduardo Ribé en una de sus presentaciones, o como comúnmente lo hacen los chavitos “nice” de la poesía como Melchy, Ibarra y sus achichintles más mocos, si eso es hacer terrorismo, pues estos burguesitos vaya que están haciéndolo. Eso es pose y no chinganderas, a güevo!, que para eso es la parafernalia, para evitar meterse en broncas, y que todo quede en un mal striptease, que sólo dará placer al ego inflamado de estos desvalidos chamacos.

Pero no sólo es una cuestión de chavos. También están los adultos, que sin importar edad, estatus o nivel escolar o social, se avientan al ruedo de las desconsideraciones, y con una botella en mano confunden la revolución de la “libertad” con la “libertad” de orinarse sobre los otros sin que nadie les diga nada sólo porque ellos son “los poetas”. Ay cabrón, pues faltaba menos, verdad! Si ser poeta te garantiza puedes hacer todos los desperfectos que quieras, pues ya la hiciste, ¡con razón hay tanto bruto intentando ser poeta!, se dijeron: “aquí está el paraíso que yo andaba buscando”.

Y esto viene al caso del chisme, que ya no se sabe quién fue quién, pero el chiste es que entre Carlos Martínez Rentería y Eusebio Ruvalcaba se andan peleando el crédito del que agarró a patadas algún stand de la Feria de Minería pasada, después del homenaje rendido a Ruvalcaba, al cual por cierto ni llegó el Fadanelli. Total que sacaron, a algunos de esos dos, aunque los amigos de Carlos Martínez, o sea los editores de Almadía, para levantar su prestigio de que también son “independientes” (o sea re-malos y borrachos), pusieron en unas hojas que andan regalando en el FCE, en donde el mismo Rentería asegura que fue a él al que “tuvieron que acompañar los guardias a la calle”. Eso sólo deja algo en claro, que el alcohol no diluye lo animal, lo espesa. Y eso es evidente cuando alguien después de tantos años de ser un alcohólico y drogadicto demuestra que lo único que ha logrado aprender es escribir mediocremente en estado etílico para mantener el ingreso que le permitirá seguir comprando lo necesario para saciar su maldito vicio.

Y conste que no voy contra los borrachos, sino contra los que lo toman de pose y ya con eso sienten que son Kerouac, o Mario Santiago Papasquiaro, y sino pregúntele a José Francisco Zapata.

¿Usted cómo la ve, mi etílico acompañante, nos echamos otro trago… a ver si se nos quita un poquito lo atarantados?, o mejor nos inventamos otra pose menos choteada, y que no nos haga parecer strippers escuálidos, divas trasnochadas o payasos de semáforo. Yo no sé usted, pero yo mejor me quedó aquí en el balcón para aplaudir cuando los metrosexuales acaben su show, que para eso se esfuerzan tanto estos maestros de la borrachera y el confort, de la guasa. Yo sé que no es fácil hacer bromas a costa de uno, y menos a costa de la poesía, y por eso es que me asombran. Entre tanto, hasta la próxima, invaluable crítico, y no tema si quiere lanzar un jitomate, que nomás para eso los inventaron. Además aquí yo tengo muchos, usted, nomás pida.


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